Viajes

El Viajón

Bueno, por fin voy a realizar el viaje en moto que tanto tiempo llevo queriendo hacer. La mayoría pensareis que lo más importante en un viaje de estas características es realizar bien y con tiempo los preparativos y poner al día la moto para no llevarnos sorpresas indeseables, cierto, pero antes de todo eso y lo principal es encontrar un buen compañero de viaje, que sea hábil, resuelto, amante de las motos y aventuras, y sobre todo y más importante, que haya buen entendimiento entre ambos. Y quien mejor que mi buen amigo Fernando González, Fer para los más afines, para El Viajón, como así hemos decidido llamar a la aventura.
Una vez decidida la ruta final, descartando la Isla de Man muy a nuestro pesar por la falta de más tiempo, nos dirigimos a hablar con nuestra siempre eficiente amiga Virginia de Viajes Ruasol http://www.viajesruasol.com/ . Ella se encargó de conseguirnos los billetes de los ferrys y de ubicarnos en los hoteles, muy céntricos y a mano de todo. Quedamos encantados con el servicio de esta agencia, la cual os recomiendo, una garantía de acierto.
Una vez resuelto el tema de ferrys y hoteles, es hora de meterle mano a las motos. Para este viaje y previendo las fechas y el lugar donde nos dirigimos, hemos optado por montar unos neumáticos aptos para lluvia, nieve y que se comporten bien también en seco. Así que nos decantamos por los nuevos Michelin Pilot Road 4, algo caros pero una garantía de seguridad, como así nos lo demostraron. Después de hacerles la revisión de rigor, frenos, aceite, suspensiones y demás, las equipamos con toda la herramienta necesaria en caso de "pequeña" avería.
La peor parte, aunque no lo creáis, es meter todo lo necesario para 12 días en unas maletas de 46l y con la pequeña ayuda de la bolsa sobredepósito. Y mas teniendo que cargar con toda la ropa impermeable a mayores, en fin....

DÍA 1

Después de casi no dormir por los nervios del viaje del día siguiente y repasar una y otra vez, toda la noche, todas las cosas que había que llevar, quedamos a las 14:00h en el punto de partida. Después de ajustar los últimos detalles , llenamos los depósitos y pusimos rumbo a Santander, donde cogeríamos el ferry a las 21:15h y debido a que daba mal tiempo decidimos salir con tiempo.

Efectivamente, Maldonado había acertado. En la A-67, a la altura de Reinosa, nos empezó a nevar como cosa boba además del fuerte viento lateral que nos llevaba de lado a lado. Parecía que la carretera nos quería dar un anticipo de lo que nos esperaba más arriba. Finalmente llegamos a Santander, donde hicimos el checking en el puerto dos horas antes de zarpar. Ya más relajados, esperamos junto a otras cinco motos para embarcar. Aprovechando algunos para reparar alguna avería que otra...

Por fin embarcamos y pudimos cambiarnos y disfrutar de la travesía. Tiempo nos daría pues iban a ser 20 horas de ferry. Después de cenar y dar una vuelta por el barco, nos dirigimos al centro de reunión motero, EL BAR. Allí fuimos llegando poco a poco los viajeros y en la barra nos fuimos juntando los moteros.
Allí conocimos a Juan, asturiano y a Sean, inglés de Leeds. Fue una gran noche...

DÍA 2

Por la mañana nos volvimos a juntar al desayuno y después del café y el ibuprofeno de rigor nos fuimos a tomar el aire por la cubierta.
Por fin se empieza a divisar la costa Británica  y no tardamos mucho en atracar en el puerto de Plymouth. Avisan por megafonía y todos a por las "monturas". 
Última premisa antes de desembarcar, conducir por la izquierda. A cambiar el chip.
Son ya casi las cinco de la tarde cuando empezamos a rodar por Inglaterra y tenemos por delante un largo trecho hasta nuestro destino, Manchester.
Somos la cuadrilla de los cuatro del bar los que iniciamos camino aunque poco a poco se van despidiendo nuestros dos acompañantes.
La primera jornada, aunque no nos llueve, se nos hace eterna. Es la mas larga, con casi quinientos kilómetros. 
Finalmente llegamos a media noche al hotel.

DÍA 3

Nos levantamos y después de darnos la ducha mañanera, bajamos al comedor a empezar el día con una buena barrigada de huevos y panceta con una taza de café.

Nuestros estómagos no están acostumbrados a estos sustos de tan temprana hora y parece que se resisten a digerirlo. Con algo de pesadez encima, ocupamos la mañana en visitar Manchester, lo cual no nos lleva mucho tiempo.



A media mañana recogimos y nos dispusimos a partir dirección Liverpool no sin antes recoger a un autoestopista que nos aguardaba al lado de las motos. Vino ya con nosotros todo el viaje y le acabamos bautizando como Chichi de Manchester.



Liverpool ya era otra cosa, una ciudad mas joven y alegre.
Comimos allí y después de una visita por los lugares mas característicos de la ciudad, pusimos ruta hacia Holyhead, donde cogeríamos el ferry que nos llevaría a Eire.
El ferry nos deja a media noche y no tardamos mucho en encontrar el hotel.







DÍA 4

Empezamos el día como empieza a ser habitual, ducha mañanera y barrigada de tortitas de mermelada, bien de huevos, panceta y el café de rigor. Con todo eso dentro de nuestros cuerpos, empezamos a "patear" Dublin. No tardamos en llegar al centro de la ciudad. Es una ciudad con mucha juventud y turismo. La gente es más afable  y "europea". No hay que olvidar que aunque sigamos conduciendo por la izquierda, hemos cambiado de país y volvemos a pagar en euros. Descubrimos una especie de mercado para comer, donde teníamos a nuestra disposición comidas tradicionales de muchos países. Nos decantamos por probar la comida brasileña, carne asada en su mayoría y comida oriental tipo sushi.

Con las pilas recargadas, nos damos un largo paseo hasta la fábrica GUINNES, en la cual nos imparten un cursillo acelerado de como tirar tan característica cerveza negra.
La fábrica es enorme y por suerte dispone de tres bares, uno de los cuales esta en lo mas alto de la fabrica y nos permite una vista muy bonita de 360º de todo Dublin.









Al caer la noche, la ciudad nos sorprende con su  fiesta nocturna. Disfrutamos de unas pintas por el conocido Temple Bar y, a pesar de ser sábado y con ganas de seguir en ese ambiente envueltos en cerveza, nos obligamos a retirarnos a nuestros aposentos para poder continuar nuestro viaje del día siguiente.

DÍA 5

Empieza la lluvia. Después del ya ritual mañanero, nos enfundamos el siempre incómodo traje de agua y ponemos camino a Irlanda del Norte. Optamos en esta ruta por alejarnos de autovías y recorrer la costa Este visitando varias abadías y disfrutando del paisaje.


Llegamos a la capital, Belfast.
Nos quitamos los pesados ropajes moteros y tras entrar en calor con una larga ducha caliente, empezamos su descubrimiento bajo la lluvia. Intentamos llegar a los astilleros donde se botó el Titanic pero sólo pudimos verlo desde fuera porque el museo ya había cerrado. Seguimos paseando por la capital del Ulster y podemos sentir la tensión por sus solitarias calles. No podíamos marchar de Irlanda sin probar su riquísima ternera. Después de cenar nos dispusimos a regresar al hotel por sus calles vacías a pesar de ser poco mas de las siete de la tarde. Su tormentoso pasado parece no estar todavía olvidado y se palpa en el aire la todavía tensión latente.

         

Ya en la habitación nos cuesta conciliar el sueño por el dichoso ruido de los helicópteros policiales que se tiran patrullando la ciudad toda la noche.
Le cuesta pasar página a esta gente...

DÍA 6

Abandonamos Belfast con muy poca pena y a por otro ferry. Una travesía tranquila.
Por fin Escocia. Y más lluvia. Menos mal que sólo son dos horas hasta Glasgow. Llegamos empapados porque nos pusimos tarde el traje de agua. Menos mal que había buenos radiadores en el hotel para secar la ropa.
Glasgow nos pareció una ciudad cosmopolita, con una arquitectura impresionante, con muy buen ambiente y mucha juventud. Tras visitar esta bonita ciudad, decidimos hacer avituallamiento en uno de los pub mas característicos de la ciudad, The Crystal Palace, donde pudimos disfrutar de una agradable combinación de comida, cerveza y whisky escocés, envueltos en un ambiente victoriano muy acogedor.

DÍA 7

Lo dicho ya, barrigada mañanera y "palante".
Nos vamos a Inverness, capital de las Highlands. Y como ya es habitual en estas latitudes, seguimos con el incómodo traje de agua enfundado. Una ruta que bien podíamos haber pospuesto para otra ocasión de haber sabido lo que nos esperaba.
La odisea empezó ya en Glasgow, teniendo que buscar una ferretería para comprar más eslingas para sujetar el cierre de mi maleta que acababa de reventar y el soporte de la maleta de Fer, que se acababa de partir. Tras subsanar el imprevisto, salimos dirección norte bajo el Diluvio Universal. 
A duras penas íbamos avanzando kilómetros hasta que yendo por la autovía, se me enciende la reserva y tras un rato sin ver ninguna gasolinera, decidimos poner el GPS para que nos llevara a una. Tras recorrer unos kilómetros por caminos asfaltados y al ralentí para ahorrar combustible, el GPS nos había llevado a un pueblo perdido de la mano de Dios cuyo surtidor de gasolina era de los de manivela y que según nos indicaron los lugareños, llevaba muchos años abandonado.
En ese momento nos dimos cuenta que el GPS que estábamos utilizando, quizás llevaba ya un tiempo sin actualizarse...
Continuamos, lloviendo y al ralentí por esos caminos asfaltados hasta el siguiente pueblo en el cual un lugareño nos mandó volver por donde habíamos venido e indicándonos otra gasolinera, le hicimos caso. Yo ya con los nervios de "quedarme tirado", ya conducía por la derecha, hasta que tras mirar el retrovisor y ver los aspavientos que me iba haciendo Fer, me di cuenta que iba por el lado equivocado. Llegamos a otro pueblo y volvimos a preguntar. ¿Que qué nos dijeron?, lo mismo que las dos ultimas veces, que fuéramos al siguiente pueblo... buf... Por fin y tras hacer casi cuarenta kilómetros en reserva, encontramos un oasis donde pudimos llenar "las burras". En la odisea habíamos hecho casi todos los kilómetros en dirección contraria a nuestro destino, así que suma y sigue.
No paraba de llover y ahora los que íbamos en reserva eramos nosotros. Paramos a comer en un pueblo muy bonito llamado Pitlochcry que se erigía a la orilla de un caudaloso río.


El personal del restaurante fue muy amable con nosotros y nos dejaron poner los guantes y la ropa mojada encima de los radiadores. Comimos muy bien y tuvimos que gastar una petaca de orujo con el café para aguantar el frío que nos quedaba por pasar hasta nuestro destino.
Reanudamos nuevamente la marcha y el tiempo parecía que nos daba una tregua, pero sólo era la calma que predecía a la tempestad.
No tardamos en vernos envueltos en un temporal de viento y lluvia, el cual poco a poco se fue transformando en una ventisca de nieve que iba de menos a más. Hasta que la carretera se tapó de nieve por completo y el viento nos llevaba de un lado a otro. No se cuanto bajaría la temperatura pero llevábamos hielo hasta en la pantalla del casco.
                                       







Poco a poco fuimos pasando el puerto pero sólo estábamos a la mitad del trayecto y todavía nos quedaba pasar por otro puerto igual, con su ventisca y su nieve. Así hicimos mas de cien kilómetros. 
Llegamos exhaustos y helados a Inverness y después de arrimar las camas al radiador de la habitación, nos quedamos dormidos en un tris.










DÍA 8

Nos despertamos más o menos en la misma postura que nos dormimos, abrazados al radiador. Desayunamos y nos fuimos a visitar el Lago Ness, por supuesto, lloviendo a más no poder. Al llegar empezamos a dar voces al monstruo para que saliera, pero nada, allí estábamos nosotros solos y nuestra mojadura.


Nos sacamos unas fotos y continuamos a visitar Inverness, una ciudad más bien pequeña y con no mucho que ver. Dimos una vuelta y nos fuimos, no sin antes aprovechar para resolver algunos problemillas con mi asiento.
El recorrido que teníamos que hacer era el mismo que el día anterior pero en sentido inverso, lo cual no nos animaba mucho. Pero parecía que lo peor ya había pasado y poco a poco vimos que apenas ya nos nevó y la lluvia iba remitiendo.





Comimos de camino y llegamos a Edimburgo a buena hora y después de cenar, aprovechamos para hacer una excursión nocturna.

                             




DÍA 9

Por fin el Sol le ganó la partida a las nubes y pudimos disfrutar de un buen día.
Después de desayunar, nos dirigimos a la parada del bus turístico para recorrer la ciudad.

Tras el recorrido, fuimos al Castillo, pero después de ver las largas colas que había para acceder al interior, optamos por sacarnos unas fotos por fuera y abandonar el intento y nos dirigimos al museo nacional. Comimos y a media tarde pusimos camino hacia Leeds, casi cuatrocientos kilómetros de carretera por la costa Este. Hasta Newcastle, la carretera discurre cerca del mar y pudimos disfrutar de unas hermosas vistas de los acantilados.
Llegamos bastante entrada la noche a Leeds y después de intentar contactar con nuestro amigo Sean inútilmente, decidimos salir a dar una vuelta por nuestra cuenta. No tardamos mucho en encontrar el barrio de la "timba". Pero nuevamente muy a nuestro pesar, decidimos no liarnos mucho e ir para el hotel a descansar.

DÍA 10

Al día siguiente teniamos una tirada de tres horas hasta Londres que al final se convirtieron en casi cinco debido a que el trayecto estaba repleto de obras.
¡Por fin en Londres!. Teníamos el hotel en el barrio de King Cross, cercano a Candem Town.
Habíamos quedado con nuestro amigo Rafa Marín quien nos iba a invitar a comer unos deliciosos chuletones en su casa.

Después de comer y beber un carretillo de cervezas, nos fuimos a seguir envasando por la City.
Por la mañana nos hicimos con unas tarjetas de transporte público válido para metro y bus. La primera visita, por supuesto, mi siempre preferida Candem Town. Aquí se puede encontrar de todo, te puedes pasar el día viendo cosas alucinantes, pero había que repartir el tiempo y Fer me sacó de allí por las orejas. Nos metimos en el metro dirección Waterloo, en la ribera del Támesis. Desde allí nos dirigimos a visitar la abadía de Westminster y su Big Ben.


Seguidamente, como buenos españoles, fuimos a mostrar nuestros respetos al almirante Nelson a Trafalgar Square.

Continuamos hasta el siempre bullicioso Picadilly pasando por Trocadero.
No podía faltar la visita a China Town y sus conocidos patos de colores colgados en sus restaurantes, si teníamos algo de hambre, se nos quitó por completo.
Cogimos otro metro para regresar a King Cross y nos dirigimos a buscar algún local donde comer lo que aquí tanto se lleva, fish and chips.
De camino a casa de nuestro amigo Rafa Marín para despedirnos, pasamos a conocer la gigantesca estación del EuroStar que une Londres con París por ferrocarril, impresionante.

DÍA 11

Hoy nos tocaba madrugón. Teníamos el checking del ferry a las 14:30h y estábamos a casi cuatrocientos kilómetros y la mayoría por carreteras convencionales. Habíamos trazado la ruta para pasar a visitar Stonehenge.
Teníamos suerte que era Domingo temprano y no nos encontramos mucho tráfico. Lo único que teníamos que ir muy atentos porque en esta zona observamos mucho animal muerto a las orillas de la carretera, en su mayoría zorros y aves aunque también vimos algún gato, un tejón y hasta un rayón de jabalí. Teníamos que ir alerta.                                      
Llegamos a Stonehenge y nos llevamos la sorpresa que cobraban 17'20 libras por cabeza para ver las piedras esas que había puesto en un prado el Obélix ese de la Galia años ha.

Recorrimos la verja y vimos que se podía acceder por el prado contiguo. Finalmente lo pudimos ver apenas cinco metros más lejos que los parroquianos que pagaron religiosamente los casi mil duros de la entrada. Foto y a seguir.

Llegamos al ferry muy bien de tiempo. Checking y a embarcar.









DÍA 12

Tras una buena travesía, gracias a la biodramina y a las pintas, por fin anuncian por megafonía que debemos ir bajando a los garajes. Un último vistazo desde la cubierta y a por las "burras".
Volvemos a pilotar por la derecha con sólo una cosa en mente, llegar a Aguilar de Campoo a meternos un buen cocido montañés.
No os quejéis, estamos en el mejor país del "mundo mundial"; clima, gastronomía, paisaje, infraestructuras... Uno no sabe lo que tiene hasta que se separa de él. Está bien conocer otros lugares, pero cuanto más viajo y más conozco, más cariño le cojo a mi tierra... Viva España y viva León!!!